Existe el rumor de que el Presidente de la Nación propuso como candidatos a integrar la Corte Suprema a Ariel Lijo y a Manuel García-Mansilla, sin haberlo conversado previamente con los miembros actuales de la Corte, ni tampoco con su ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona.
De ser cierto el rumor, resultaría sorpresivo por dos motivos cruciales: uno de ellos tiene que ver con que en su asunción se había comprometido, de forma explícita, a consensuar la iniciativa. El otro motivo es que estaríamos frente al primer episodio en el que Milei tensiona abiertamente con el Poder Judicial desde su arribo a la Casa Rosada.
Si además de ser cierto el rumor, el Presidente se propone avanzar con la propuesta, seguramente empiece a conocer de cerca los engranajes de un Poder del Estado cuya anatomía es muy diferente a la de cualquier otra institución pública. El ámbito judicial tiene sus propias formas de socializar a sus miembros, sus rutinas laborales sedimentadas, sus lealtades consagradas y, por supuesto, sus conflictos internos. Es decir que, por buenas y malas razones, la estructura y el modo de funcionamiento de la administración de justicia se parecen poco a los de otras organizaciones.
Vayamos a un ejemplo. En el campo de la política en general, un elemento fundamental para sus integrantes es el de saber cuándo hay que actuar, en qué momento se debe tomar una decisión y concretarla. Por el contrario, en el espacio de tribunales lo más importante es saber cuándo hay que esperar; de hecho, podríamos definir a la carrera judicial como un largo aprendizaje respecto de cuándo hay que esperar.
Esta distinción entre saber actuar y saber esperar puede parecer ociosa, un simple juego de palabras, pero no necesariamente lo es. Una prueba de esto es el trabajo que realizó hace más de dos décadas la investigadora Gretchen Helmke, quien afirmó que en Argentina, parte de los integrantes del ámbito judicial se comportan bajo la lógica de la defección estratégica. Para analizar esta lógica, dice la autora, es necesario prestarle atención al modo en el que resuelven sus causas aquellos magistrados cuando no se sienten seguros en sus cargos. Según Helmke, los fallos contrarios a los gobiernos de turno por parte de dichos jueces se incrementan en la medida que perciban que el gobierno de turno empieza a perder poder y protagonismo.
Es cierto que los integrantes de la administración de justicia saben esperar por muchas razones, entre ellas porque primero aprendieron a esperar: aprendieron a esperar que se realicen los concursos, luego aprendieron a esperar ser nombrados al cargo al que aspiran, también aprendieron a esperar ser ascendidos al siguiente cargo al que aspiran, a veces aprendieron a esperar ser confirmados o removidos de sus cargos. Pero fundamentalmente los actores judiciales saben esperar porque son quienes están en condiciones de hacer esperar a las personas que tramitan sus casos en los tribunales a los que ellos pertenecen. Con otras palabras, saben esperar porque pueden hacer esperar.
Por lo tanto, si es cierto el rumor de que el Presidente le hizo un desaire al Poder Judicial, podría ser el primer paso de un camino inquietante, entre otras cuestiones porque el propio Milei correría el riesgo de extraviarse en los laberintos de tribunales.
Ezequiel Kostenwein, investigador del CONICET
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