
Todos somos adictos y todo es toxico, una forma de época de resignificar un enigma.
Interrogar el enigma del tóxico dentro de la clínica psicoanalítica es la intención expuesta por Le Poulichet en su libro “Toxicomanías y psicoanálisis”. Teniendo en cuenta que “La toxicomanía” precipita un saber y causa, una prisa por concluir, hay que tomarse por lo menos un tiempo (lo contrario de consumir un concepto inmediatamente y con placer). Me interesaba en este contexto seguir indagando en este enigma del tóxico, pero en el marco de una época que lo pone de relevancia cada vez más en la clínica, si lo sabemos los psicoanalistas, verbalizándolo, aun cuando no se consulte por las problemáticas resultantes de este mismo. Los vínculos parecen por el contrario haberse vuelto los “tóxicos” casi en general, (no quiero desdeñar el hecho evidente que muchas relaciones tienen potencial lesivo) lo que llama la atención en esta época es la forma en que los vínculos y las relaciones se vuelven más problemáticas que las cosas y las sustancias, es decir que los objetos de consumo. Aún en el marco de problemas de toxicomanías, como puede ser el consumo de cocaína, parece que estos problemas se minimizan a favor de aclarar que tal o cual persona tiene un vínculo “tóxico” con otros por tal o cual característica especial (en general humana). Situación que se confunde muchas veces con tener una relación. Tóxico y relación, son entonces a mi parecer pares inseparables en este momento histórico, complementarios el uno con el otro y me pregunto entonces si el analista no es muchas veces llamado a cortar el lazo social lo cual, si bien suena como una locura, podría ser posible, y debemos en este caso tener cuidado, ya que esto resultaría tóxico (chiste) ya que todo el tiempo nos encontramos en constante evolución del psicoanálisis, y de los vínculos humanos. Des-oir cierta palabra muy resonante también es al fin y al cabo una forma de oírla.
Las toxicomanías son fruto de reflexión teórica desde varias doctrinas, síntesis psicosociológicas como no podría ser de otra manera. Me interesa este comentario en Toxicomanias y psicoanálisis de Le Poulichet: “por lo demás esto no deja de guardar relación con los efectos de creencia y fascinación que suscita la figura del drogado”. O sea, la toxicomanía es ya una teoría, y el toxicómano una elaboración secundaria. Borrarse de momento al son del mismo epíteto de Tóxico, es una solución en sí misma y funciona como bien se escucha en los consultorios y en todos lados ya, a lo intolerable de relacionarse. En el que caso que potencialmente describo, toxicomanía y tóxico dependientes estarían solapados, se cruzaría toxicomanía y toxicómano en un vínculo humano que se busca hacer extraño, como fruto de una contaminación. A mi parecer de la mayoría de las consultas, en las cuales el toxico se ha convertido en moneda corriente, éste da cuenta de una especial relación en la cual lo principal es la temática de la relación del sujeto con el entramado social. Es como si el que estableciera “lo tóxico” insistiera en su interés por comunicarse, cuando sabemos que la comunicación es quizás un ideal o una ficción fuera hoy ojos vista el principal drogado. Y es más, al demandar esa fantasía, estuviera a su vez, frustrándose rápidamente y pidiera cortar los vínculos, un S.O.S., help, de su relación con los tóxicos que son los vínculos! En mi visión de conjunto esto es preocupante. Y este fenómeno sucede así en una relación que está en particular relación con la ley, ya que por ejemplo la marihuana comienza a ser un negocio más, no así vincularse con otros para cuestionar el orden establecido (cada vez más complejo de ser cuestionado, por cierto).
Es así que de lo anterior y siguiendo el texto De Poulichet, podemos concluir que el tóxico es una incógnita, a lo cual yo agregaría que esta vez se resignifica como tóxico en tanto las relaciones, los vínculos lo son. En diferentes textos Freud dio en identificar la sexualidad con una intoxicación y es en tal sentido que me llama la atención como parece ser que este tóxico al que se refieren los pacientes fuera en contraposición a la posibilidad de un estar limpio, que en este caso quizás podemos pensar si no es una pulcritud ideal de los vínculos. Sabemos que esa asepsia tiene un costo. Lo vivimos y como analistas trabajamos con las consecuencias de estas conductas. Habrá que intoxicarse (escribo porque lo estoy) y ensuciarse para estar a la altura de la época. Con suerte de una venidera con menos ideales populares que tienen un tufo nazi.
Patricia Salinas es Socióloga, Psicóloga y Psicoanalista en consultorio.
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