
A Maili, siempre.
Una vez presencié un milagro, pero esa historia no me pertenece. Fue de esos acontecimientos que superan e inhabilitan cualquier tipo de ficción. Maili estaba ahí, frágil y aturdida. Junto a ella, mirando hacia el mismo ventanal y compartiendo el mismo dolor, sus tres hermanos. Ella y ellos, protagonistas. Un poco más atrás, a un paso de distancia para salir de la habitación, mirándola a ella (siempre), mirándolos a ellos y a lo que sucedía, estaba yo. Narrador testigo. Ahí me detengo, en la posición de cada quien y en la posición de la mirada, de las miradas.
Recordé el texto Tres rosas amarillas, donde Carver narra, con un lenguaje preciso y simple, lo que su imaginación reconstruye de los últimos días (con vida) de Chéjov. Partiendo desde una cena con su amigo Alexei Suvorin, pasando por una visita de León Tolstoi –entre otros–, hasta el clímax que genera un brindis (con champaña) entre Chéjov, su mujer Olga Knipper y el Dr. Schwöhrer. El relato de Carver continúa, yo me detengo en esta escena.
Vemos (esa es la sensación que generan los textos bien escritos) al Dr. Schwöhrer llenando las tres copas y el gesto de la mano de Chéjov cerrando los dedos en torno al pie de la suya. No chocan las copas ni hay brindis, sino que, “los tres intercambiaron miradas”. Luego beben. Luego “una enorme mariposa nocturna de alas negras surcó el aire y fue a chocar con fuerza contra la lámpara eléctrica. El doctor Schwöhrer soltó la muñeca de Chéjov. Ha muerto, dijo.” La escena continúa hasta que el Dr. Schwöhrer agarra su maletín y sale de la habitación. Carver agrega: “Y de la historia”.
Esa fue mi posición la tarde del milagro, la misma que tuvo el Dr. Schwöhrer ante las últimas horas, minutos, segundos de vida de Chéjov. La de un personaje secundario que, por momentos actúa sin ningún rol significativo. Pasa a convertirse en un testigo fuera del plano de la escena, y termina desapareciendo de la historia. Historia que, en mi caso, como imagino habría sido para el Dr. Schwöhrer, nunca se nos olvidará.

Soy Nahuel Juárez, nací en Baradero pero vivo en Rosario desde el 2009. Estudio la Lic. en Comunicación Social de la UNR y participo en el Taller Alma Maritano de escritura creativa coordinado por el escritor Pablo Colacrai.
En 2016 publiqué mi primer y único libro Sería ser, editado por Escritor de la Legua. En el 2019 formé parte de la Antología Literatura en Flor, Rosario.
He llegado a instancias finales del Premio Itaú Cuento Digital, categoría General (2019-2022). También fui premiado en el IV Certamen Literario Osvaldo Bayer “Historias de Malvinas” 2022.
Algunos de mis cuentos fueron publicados en revistas digitales y en la actualidad realizo colaboraciones en la Revista MU de Lavaca.

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