Lo soñé así, muerto entre los vivos. No se había enterado que ya es tarde para festejos, charlas, risas. Justo venir a tocarme a mí el tener que enterarlo? (enterrarlo?).
Muy típico suyo eso de subvertir la muerte! Sólo a él se le podía ocurrir aparecerse.
No era propio de él venir a morirse, no.
Yo era incapaz, te lo juro, incapaz de anoticiarlo. No tenía, no tengo el corazón preparado para darle esa noticia, aunque las palabras bailoteen en mi cabeza, y tenga que soltarlas, yo decidía en mi sueño dejarlas así como si fueran burbujas de pensamiento, suspendidas en el tiempo, o más bien suspendidas en mi cabeza como en las historietas, nomás un globo de letras encapsuladas. Yo veía las palabras que no iba a decir. Las veía amontonarse y permanecer a la espera de arrojo. Y luego… preferí seguir el juego, verlo durar en su impertinencia de ignorante.
Sabés? Yo quiero eso… Quiero un sueño en el que tampoco yo sepa que ha venido la muerte a discutirle su empecinada, inclaudicable vida.
Será que yo lo siento vivo, será por eso mi sueño?
Será que soy yo la que espera que venga él a darme la noticia, a decirme que su muerte fue un mal sueño?
Será que soy yo la que no quiero oírlo y lo demoro?
Será que si me atrevo a decirlo él se irá definitivamente, y ni siquiera pueda soñarlo?
Hay cosas que tanto vivos y muertos nos arreglamos para desoírlas (le digo, me digo).
Una mujer sueña a un muerto que se sueña vivo.
En los sueños nos encontramos.
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