las voces silenciadas que nos habitan / vivian palmbaum

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“He aquí el siendo del vacío,

la mayoría de edad de un cuerpo que se cubrió con el sudario del lenguaje

                                                                            para envolver la nada con materia”

                                                                                    María Negroni, El corazón del daño

Cada cultura tiene sus modos de nombrar, de hablar, de establecer la lengua común entre quienes habitan los mismos territorios.

En abril último en la Feria del Libro de Bogotá se expuso un interesante diálogo, acerca del uso de nuestra lengua,  en una mesa llamada “Latinoamérica: las raíces que compartimos[ii]”.

Un panel que estuvo integrado por Carlos Granés, Edmundo Paz Soldán, Martín Caparrós, Juan Villoro y Sergio Ocampo Madrid. El dialogo propuesto giró en torno a nuestras lenguas en América. Martín Caparros llamaba la atención sobre “esta región del mundo donde veinte países y más de 400 millones de personas comparten una misma lengua”, una región única donde tantos países la comparten por igual.  Un idioma común nos permite reconocernos en nuestra región y pone de relieve la colonización cultural que nos habita.

Me interesa pensar respecto de esta lengua común en una tierra atravesada por aproximadamente unos 522 pueblos indígenas que van desde la Patagonia hasta el norte de México, pasando por distintas áreas geográficas como Amazonía, Andes, Caribe Continental, Baja Centroamérica y Mesoamérica.  Brasil, el país más extenso de nuestra región, no comparte esa lengua común.

¿Es la lengua una herramienta política?

Juan Villoro mencionó que la lengua castellana fue elemento de sometimiento y dominio sobre los pueblos que habitaban esta región antes de la conquista. Sabemos que este nuevo lenguaje y la religión fueron fundantes de un nuevo orden basado en la destrucción, el exterminio y la depredación de los recursos para el enriquecimiento de los imperios coloniales. En muchos lugares  la colonización fue tan eficaz que esas lenguas han sido minorizadas e invisivilizadas, como en el caso de México. A diferencia de Bolivia donde han sido reconocidas por la última reforma constitucional, más de 30 lenguas diferentes, tal como lo recordó Edmundo Paz Soldán. Ese intento de asimilación  convive con la diversidad.

Ese lenguaje impuesto ha sido la vía oficial para establecer un modo de lazo social, hace más de 500 años,  por sobre un lazo que ya se había fundado algunos siglos atrás entre quienes habitaban esta región.  Sin embargo esa voz oficial encubre esas otras voces que no han sucumbido al poder de las armas y la opresión sino que se mantuvieron muchas veces subterráneas y alejadas. Una lengua amo para forjar una identidad basada en caracteres comunes como tentativa de borrar las diferencias bajo el imperio de un dios único, universal y cristiano. Entonces allí ubicamos un silenciamiento habitado por palabras diversas. Se trata así de un “colonialismo intranacional” que de esta manera duplica el colonialismo en la conquista.

“Sin embargo las tramas comunitarias conservadas por los pueblos indígenas atesoran un modo de juntarnos”, como rescató Villoro. Apena que la mesa de diálogo no haya advertido lo necesario de la voz de las mujeres, fundantes de esa trasmisión cultural colectiva y de esas lenguas madre que fueron escapando a la espada y la cruz. Asumimos entonces una lengua común racializada, en tanto porta las marcas de la civilización blanca y europea, que niega la diversidad.

Lengua y el tiempo mantienen su mixtura. Pero ¿Qué tiempo sería ese?

Según el diccionario, la lengua se define como un sistema compuesto por signos que utilizan los hablantes para comunicarse. En cambio, el idioma es una variedad de la lengua que se utiliza en un lugar específico, es decir, que es la lengua propia de un país, región, nación o pueblo. La palabra «idioma» proviene del latín idioma, y éste del griego idioma, de idios (propio especial). Dícese de la lengua de un pueblo o nación. El sufijo «ma» significa realización. Por lo tanto, idioma significa «realización de lo propio». Idioma, lengua y lenguaje mantienen su reciproca articulación.

Fue Freud quien introdujo este nuevo método que mostró el efecto de las palabras sobre el cuerpo. El psicoanálisis con Lacan, obliga a hacer algunas distinciones. Por empezar distingue entre lingüística y lalengua. Lengua y lenguaje se hallan en relación a la lingüística mientras que lalengua está ligada al goce, no a la comunicación.  Señala que lalengua no tiene nada que ver con el diccionario, cualquiera que sea.[iii]  Entonces es preciso observar que hay un conocimiento en común, que permite el malentendido, pero son esas palabras comunes,  las que han instilado un modo de hablar[iv]. El lenguaje es el componente material de los sueños, fallidos y la psicopatología de la vida cotidiana que pone en evidencia al inconsciente para mostrarnos que hay otra temporalidad, un tiempo que se desliza y cuya emergencia hace presente ese saber no sabido. Inconsciente y goce abrevan en la lógica del sujeto.

En nosotros y nosotras subsiste una memoria olvidada, que nos hace parte de humanidades que nos precedieron y que nos habitan, cuyo desconocimiento no nos libra de dicha genealogía, más o menos cercana. La lengua porta esas marcas de lo transindividual, donde se engarza la pertenencia social y lo singular de las palabras que nos hablaron. “Una lengua entre otras no es otra cosa sino la integral de los equívocos que de su historia persisten en ella[v]” tal lo que señala Lacan desde el discurso psicoanálitico.

Sabemos que no hay pureza sino mezcla, lo podemos percibir en los giros lingüísticos, las melodías sonoras de las palabras, en su mestizaje con las culturas locales. Aún silenciadas subsisten en tradiciones culturales, incluso bajo el intento de homogeneización.  Ahora bien, la lengua está en movimiento, no es estática, va introduciendo la época. El lenguaje aparece como un territorio en constante disputa, reconoce Raquel Gutiérrez, socióloga, filósofa y matemática de origen mexicano, que investiga sobre la relación entre el feminismo y la producción de lo común.  El feminismo ha aportado lo suyo al lenguaje al visibilizar el cuerpo de las mujeres y poner en evidencia el sometimiento y el plusvalor que produce para que una sociedad se mueva y produzca.

Un nuevo hecho se suma a nuestras lenguas,  la inteligencia artificial que es capaz de hablar sin sujeto. Un automatón que aparenta poder simular y sustituir a lo humano. Ello merece una mayor reflexión para quienes trabajamos en el campo de las palabras.

Por ahora tenemos entonces que a la propuesta de poner en evidencia la lengua colonial y las silenciadas se suman a la invisibilización que la época colonial introdujo sobre el trabajo y el cuerpo de las mujeres, que aún persiste silenciada en los imaginarios propuestos para el debate.


[ii] https://www.youtube.com/watch?v=efhDdgw4KzQ&t=605s

[iii]  LACAN, J. (2012). “Saber, ignorancia, verdad y goce”, en Hablo a las paredes, Buenos Aires, Paidós, p. 23.

[iv] 7 Cf. LACAN, J. (2001). “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”, en  Intervenciones y Textos 2, Buenos Aires, Manantial.

[v] Lacan 1972

[i] Vivian Palmbaum es Psicoanalista miembro de la Escuela Abierta de Psicoanálisis, del Movimiento por la Salud de los Pueblos y militante de la organización Propuesta Tatu.

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