
1
Una copa de vino, la pared manchada, una carta en la mesa, dos luces prendidas, una canción que se reproduce una y otra vez.
Si fuera parte de una película podría quedarme contemplando por más de cinco minutos esa misma escena.
Los detalles me transforman cada vez que me toman.
El color del vino tinto me atrapa y me lleva al pasado y a un futuro inexistente en el que lo estaría compartiendo con algún desconocido. Desconocido de hoy. La copa resalta por la calma que produce ver algo tan estático y transparente entre tanto desorden.
Cuatro paredes blancas, salvo por la salpicadura que se puede observar en la que está al lado de la ventana. No intentó limpiarla y creo que tampoco sale a menos que se refriegue con fuerza. Hay vidrios en el piso. Hay una copa entre el piso y la pared al lado de una planta. Otra más, se rompió mientras yo no estaba en casa. Murmullos de risas espontaneas y un brindis del que no fui parte.
La lámpara que está sobre la mesa de luz donde hay discos viejos y cuadernos, encendida. Debe haber cien discos en total. Ahora ya no se compran, nadie los vende. La luz es amarilla y siempre pensé que le daba calidez a nuestro living, pero ahora me causa tristeza.
También se vislumbra la que es muy tenue y apunta levemente a la parte inferior de ese cuadro ubicado arriba de la cama que simula un sillón: una tapa de algún álbum de música favorito. El living se parece a un living en donde la gente no pasa ninguna hora del día, sino que respira ahí únicamente de noche. Afuera: autos, algunas voces, no hay mucha gente en la calle. Me asusté cuando entré y no vi a nadie.
«Cuchillos» de Charly estaba sonando una y otra vez indefinidamente a todo volumen. El corrector añade soñando en lugar de sonando. Quizá tenga razón.
Parece que la computadora se tildó y no para de reproducirla. No quiere dejar de sonar, no quiere dejar de ser escuchada.
Percibo humo de cigarrillo en el aire, está impregnado aunque es invisible. (¿Cuánto de lo que es invisible podemos notarlo como si estuviera sobre las arrugas de nuestras manos?)
Me duele.
No salió hace mucho.
Nos escapamos del terrible encuentro hace tiempo, antes que hoy.
2
Una carta sobre la mesa, su letra reconocible desde lejos.
Hay cuadernos llenos de poesía por toda la casa escritas de su puño. Todas las noches una hoja en blanco, todos los domingos un cuaderno nuevo. Las emociones se revuelcan en su letra, no siguen una línea, suben y bajan. Inestabilidad e indecisión en los primeros dos párrafos. Estabilidad en la última oración.
El punto final, cortándome la respiración.
La primera lágrima que se desprende cae sobra la hoja y la moja. Un punto que se fue agrandando y haciendo más grande y así la hoja empapada. Igual a los papeles en los lados de la calle arrastrándose cuando llueve.
Lloro sin parar.
Si esta escena fuera parte de una película podría contemplarla por más de cinco minutos, diez.
Es un escenario demasiado pintoresco para un abandono.
Nunca más lo volví a ver.
Agostina Noeli Polo. Nació el 17 de febrero de 1995. Reside en la ciudad de Rosario desde hace tiempo. Traductora. Amante de las letras y la música.
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