más allá de la extranjeridad / paola lospinoso y graciela ramírez

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“Más allá del malestar…                                                     

Cuando corre sangre, 

hay consecuencias,

pero no hay vuelta atrás.

Así pasa con las palabras habladas…”

                                                                          Jorge Jinkis

El escritor Albert Camus en su libro El extranjero plantea: “Como si uno portara la extranjería. Lo extraño y lo extranjero… Extranjero en la tierra, extranjero de sí mismo. El autor recrea a un personaje que representa la carencia de los valores de la época, que se caracteriza por la pasividad ante la vida pero que, finalmente, lo conduce a cierto devenir. 

Intentamos en este escrito, pensar la época y el sistema de ideas, palabras, representaciones con que abordamos lo extranjero y la extranjeridad. Este tema como algunos otros, reaparecen bajo una forma compacta y a veces difícil de apreciar en sus múltiples aristas y las diversas implicancias de las palabras. Rechazo a la multiplicidad como si fuera la respuesta única, el imperativo, encorsetamiento de las palabras con cierto sesgo de negación. Cada era impone su impronta sobre la pasión del ser. ¿Cómo experimentar así lo extranjero? ¿Cuál es la intimidad que posibilita este tiempo? ¿Acaso la extranjeridad no se juega primero en relación al lenguaje, la cultura, para luego reencontrarla en el espacio social con un otro? Podemos pensar así la coexistencia de lo extranjero y la extranjeridad.

El film de Martin McDonagh La isla de los espíritus transcurre en los efectos de lo que acontece en la experiencia de un vínculo amoroso cuando uno de sus integrantes decide un corte en dicha relación y lo que venía siendo algo del orden de lo familiar se transforma y muta lo afectivo.

Nos interrogarnos sobre la extranjeridad o la figura del extranjero. ¿Es una pregunta política? O algo queda por fuera de la interrogación, rebasa y nos fuerza a repreguntar sobre el lugar propio y los fundamentos que se ven amenazados cuando se accede al lugar de extranjeridad. A veces la extranjeridad inquieta, tensiona los vínculos, e incómoda.

¿Cómo pensar en la época la política de extranjeridad y desidentidad?

Es desde una dimensión política que se efectúa la desidentidad y el proceso de identificarnos masivamente como consumidores. Hay una primacía del “individuo consumidor». Consideramos que al ser tomados en esta lógica se sustrae cierta sensibilidad e interrogación crítica, como recurso de lo humano.

Eficacia lograda por la globalización que como un mantra nos hace creer en cierto borramiento de la singularidad. Es acaso la homogeneización efecto de la globalización?  Nos han adoctrinado para pensar que la diferencia es tóxica y perjudicial para la salud social. La diferencia es un valor añadido que estamos perdiendo. El extranjero porta lo extraño, lo no reconocido, y eso es lo que produce rechazo, lo que perturba. Lo contemporáneo no da lugar para experimentar el amparo. Desterrados del amor, el refugio y la hospitalidad, la primacía del caos de las pasiones e impulsos humanos hacen de la humanidad un vástago en eterno exilio.

¿Qué nos humaniza? Todo sujeto habita una extranjeridad en relación a la lengua, a su historia y la de sus ancestros. Ese puente entre lo mortal y lo inmortal, entre su voz y las voces de los muertos constituyen al sujeto. Y es en esta singularidad donde encuentra su dimensión social, a tal punto que es indistinguible el síntoma particular del síntoma social. El puente es el discurso.

Las políticas de identidad buscan finalmente el respeto y reconocimiento de la clase dominante y su lengua, un relato homogéneo. Pero lo que nos habita es el conjunto de las lenguas y su transmigración, ritos y costumbres olvidadas, señuelos del deseo. 

El ideal racionalista, nos hace creer que el individuo es capaz de manejar a “voluntad” (palabra sobrevalorada, en este momento) sus decisiones y sentimientos. 

Como reverso pensamos la experiencia analítica como apertura de un espacio entre sentido, sin sentido y ausencia de sentido. Como práctica que pone, dentro de lo singular el vínculo social, lo que corresponde a lo que el saber hacer con la lengua ha dejado en cada serhablante, como la ausencia necesaria para que aparezca lo real, de lo que padece el sujeto, del malestar de la cultura en el horizonte de la lengua. 

Como dice José León Slimobich P.: “Si algo vivifica es el encuentro con la letra, la ruptura del sentido común, como experiencia cercana a la poesía, el arte que se anima a jugar con el vacío necesario para un discurrir menos mortificante de la existencia”. 


 

Paola, Lospinoso es Licenciada y Profesora en Psicología de la Universidad de Buenos Aires.

Graciela M. Ramírez es Licenciada y Profesora en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Miembro de la Escuela Abierta de Psicoanálisis y de la Red Colectiva Psi.

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