DEMOLIENDO, PINTANDO HOTELES

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El genial Charlie Watts (CW) tenía la costumbre de dibujar (1) cada una de las enormes y suntuosas suites que visitaba en sus giras. A diferencia de sus compañeros, no demolía hoteles: los dibujaba. 

La cuestión es que una cosa no es la contraria de la otra, sino su continuación por otros medios, su complemento conflictivo. Un elogio a la gira, o a “ir de gira”, en donde uno, Watts, construía su participación como centro de gravedad de dichos giros.

Lejos de idealizar la destrucción, demoler puede ser necesario, en tanto medio para otra construcción, incluso para cierta deconstrucción. Los Stones eran una banda allí donde confluía demolición con apreciación, destrucción y creación, intervención directa y rodeos estéticos. 

Un psicoanálisis está bastante próximo al “demoliendo hoteles” de otro Charly, García. En nuestro oficio se trata de implosionar pretensiosas modelizaciones teóricas: las (neo)positivistas, las posmohippies e incluso también las psicoanalíticas. Masotta (2) recordaba que “debiéramos comenzar por entender que el psicoanálisis es una axiomática que no halla con facilidad sus modelos”: es allí, donde algo o alguien no encaja con facilidad el instante en que la música se impone por sobre el ruido. Porque al decir del célebre neurólogo francés Charcot, maestro de Freud, la teoría puede ser buena, pero no impide que las cosas sean como son. Resulta menos peligroso que chato ponderar fijación por sobre devenir.

CW no encajaba, pero su pasión por el jazz no le impidió que la banda que integraba fuera tan solo una banda de rock. Gran gesto: tocar rock sin creerse rockstar.

Un psicoanálisis no rechaza lo histriónico, lo interviene: en torno al acting, por ejemplo, opera una inversión que intenta retomar su raíz creativa allí donde prevalece un devenir tan estético como inauténtico. Se opera el acting para que vuelva o comience a haber recuerdo, es decir, vida. 

El oficio freudiano se asemeja al de Watts ya que se desarrolla más acá del espectáculo: es menos vistoso que paradojal. Escuchar es un atrevimiento que consiste en ver sin comprender: bordear la espesa frontera de hechos conmovedores, privilegiando este bordear por sobre la directa y vulgar apropiación de explicaciones tan cargadas como decepcionantemente superficiales, rebuscadas.

¿Cómo transmitir una experiencia dramática o relatar un fragmento de conversación analítica sin abusar de jueguitos de palabras que capturan desde la más llana pedantería fonoabsorbente? Este último es el nombre de los paneles que sirven para filtrar el sonido, para acustizar un recinto, para aislar la escucha. La cuestión es cómo hacer que la transmisión cause otra escucha, y no que la coarte. Escuchar es causar otra escucha.

El acto de fundar un psicoanálisis es semejante al trabajo que CW emprendía en cada show, en cada ensayo: implica sostener una demolición desde un prolijo compás, de alojar caos en esa Otra escena del dibujo. Por ello el procedimiento freudiano se aproxima al “dibujando recuerdos en suite” de Watts. 

El psicoanálisis está entre la demolición y el recuerdo, entre la ilustración y la ruptura.

O como les niñes dibujando las paredes, desbordando los márgenes: creación y destrucción en un mismo trazo, propiedad de ese tiempo en que apoderarse agresivamente fue condición para producir un saber. La transgresión necesaria, incluso solemne, de un límite, desde la creatividad.

Antes que una coherencia sin causa, rebeldía causada por un deseo.

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El quinto álbum de estudio de los Stones, Between the Buttons, incluyó sus dibujos. Se trata de una especie de historieta:


Con sus dibujos de habitaciones y camas de hotel, por el contrario, no tuvo en vida intención alguna de publicarlos o exhibirlos, sino que eran más bien una especie de registro íntimo, una creación que ponderaba la acción, el proceso por sobre el resultado; arte sin intención de convertirse en obra, su valor todo puesto en la ejecución, en el trazo. Algún psicólogue sentenciaría esto como conducta inhibida, pero aquí no había ni una ni la otra. 

Se parece más a un ritual que se volvió costumbre, o viceversa; síntoma-añoranza, quizás, de su preferencia declarada por pasar la noche en su propia casa. Su dibujar, quizás, parecido al caminante aludido en un verso de Goethe por Freud: aquel que ante la oscuridad cantaba, para así desmentir su angustia, pero que no por ello veía más claro.

***

La suficiencia que reflejan los espejitos de colores de la sobre determinación es la neurosis. Por ello lo de Watts consistía más bien en una economía de fuerzas, una utilización mesurada y contundente de lo insuficiente.

Su última performance pública junto a los otros 3 fue durante 2020, vía streaming pseudo casero, cada uno en su casa: mientras los otros sobreactuaban presencialidad y hacían un como sí de normalidad, CW se limitó a tocar una batería inexistente, air drumming, compuesta por algunas cajas. Se lo acusó ─el verbo es preciso─ de tocar a destiempo, pero nada que ver: los falsamente analógicos eran los otros. Por casualidad significante esa canción final incluye la siguiente estrofa, que lo pinta en su genialidad mesurada:

You can’t always get what you want
But if you try sometimes, well, you just might find
You get what you need.

La historiografía ha demostrado que Freud detestaba la música, pero desde la contraficción diremos que Charlie Watts fue un músico freudiano.


(1) “En 1964 comencé a dibujar cada cama de hotel donde me hospedaba durante las giras con los Stones. Lo hice en un principio por aburrimiento y porque no podía dormir; ahora es una necesidad. Pero de mí no surgirá la iniciativa de exhibir mis dibujos al público; las exposiciones se las dejo a Ronnie Wood” dijo en una entrevista. En su juventud, Watts estudió en la escuela de arte Harrow Art School y trabajó como diseñador gráfico en una agencia publicitaria llamada Charlie Daniels Studios. También hizo un libro de caricaturas en homenaje a su ídolo Charlie Parker titulado Ode to a High Flying Bird, que cuenta la historia de un pajarito que referencia al símbolo del jazz¨.
(2) Masotta, O. (2011[1974]) “Sigmund Freud y la fundación del psicoanálisis”. En Ensayos Lacanianos. Buenos Aires: Eterna Cadencia. (p. 232)

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