
Se conmemora un nuevo aniversario del asesinato de las hermanas Mirabal, ultimadas por luchar contra la opresión. El #25N es la fecha emblemática para visibilizar la lucha contra la violencia de género, manifestación de las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres.
En coincidencia con la fecha, se encuentra en la etapa final, en Francia, el juicio contra los abusadores de Gisele Pélicot, a raíz del delito que sucede en el seno de una relación de pareja de muchos años. No hace falta describir estos hechos ya conocidos. Ninguna ficción se atrevió a tanto.
Hay muchos sinónimos para la palabra horror, ninguno se ajusta a la situación. Podríamos decir que el vocablo siniestro en principio parece más adecuado para poder comenzar a referirse a ello. Lo Unheimlich, lo ominoso, aterrador, terrorífico situado por Freud a partir de la conjunción de lo más familiar que se vuelve extraño, es decir un peligro se vuelve aterrador porque proviene de una fuente considerada familiar; una amenaza que llega desde lo más conocido. La larga historia de las situaciones de abusos y feminicidios que llegan a ser revelados dan testimonio de ello.
La violencia sobre las mujeres no cesa de escribirse, se repite como un loop, un código impreso que parece no detenerse. Asistimos a esa repetición, que con diferentes caras y circunstancias llevan a mujeres, niñas, niños y diversidades sexuales a ser víctimas de abusos y la muerte a manos de hombres envalentonados por este sistema patriarcal que toma al cuerpo de las mujeres como propio, y que parece perpetuarse; a ello se suma la reedición de un conservadurismo recargado que legitima esas prácticas con el consiguiente aumento en la desprotección por parte del Estado a quienes son más vulnerables.
Gisele, una mujer de más de 70 años, víctima de un ultraje reiterado en la intimidad, que se prolongó durante años por la persona en quien confiaba, sin embargo ha conservado para su fuero íntimo las lesiones, de las que le costará reponerse tal como ella misma expresa, “la cicatriz no se cerrará nunca”. Pese a todo ha enfrentado la situación, dejando expuestos a quienes deben avergonzarse por los hechos. Con firme decisión expresó, «debe cambiar la idea, anclada en la mente de algunos hombres, de que el cuerpo de la mujer es un objeto de conquista». Sin embargo Gisele ha decidido tomar un lugar que puede inscribirse en la historia de las luchas por la dignidad de las mujeres. Ella ha cruzado el Rubicón y se ha situado en otra orilla, con un acto con el que recupera su dignidad y la rescata de la re-victimización a la que la sometería la situación.
El cuerpo que aborda el psicoanálisis es un cuerpo subjetivado por palabras, ya no es el cuerpo natural, sino que dicha naturaleza ha perdido la complementariedad sexual que caracteriza a las especies. Freud revolucionó la época victoriana postulando a la sexualidad perversa polimorfa, en alusión a que la satisfacción sexual no está predefinida y que el encuentro con el objeto de la satisfacción puede ser aleatorio. Cuerpos marcados por palabras, a lo cual se suma que esos cuerpos marcados como femeninos han sido expropiados históricamente por la organización patriarcal de la vida y convertidos en objeto de dominio, muchas veces para la crueldad.
Que la vergüenza cambie de bando, hoy parece constituir la expectativa y la bandera de lucha contra una revalorización de tradiciones que condenan a las mujeres a la potestad de los hombres, les expropian sus cuerpos y sentires y no reconocen las tareas de cuidado como trabajo con la imposición de dobles y triples jornadas laborales sin retribución.
Gisele un nombre propio y nombre de las luchas que muestran que lo personal es político, y que nuestros cuerpos son los primeros territorios a defender.
Vivian Palmbaum es Psicoanalista, miembro de la Escuela Abierta de Psicoanálisis y del proyecto Propuesta Tatu

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